La producción de alimentos proviene de los cultivos, que constituyen una parte esencial para satisfacer el consumo diario de más de siete mil millones de personas en el mundo. Sin el cultivo, el hambre se convertirá en un escenario inevitable que provoca disturbios civiles, desnutrición y, posteriormente, mortalidad.
Por ello, se generan residuos o subproductos agrícolas mientras se produce el consumo diario de alimentos por parte de los seres humanos. Según las conclusiones del Nigerian Journal of Technology, los desechos agrícolas mundiales son residuos que se estimaron en unos 998 millones de toneladas métricas en 2016.
Debido al consumo diario de alimentos que se necesita, la existencia de los residuos agrícolas se convierte en una parte inevitable del problema global de cómo abordar esta cuestión después de la cosecha. Antiguamente, la quema de residuos agrícolas en la mayoría de los países en desarrollo no estaba clasificada como actividad ilegal hasta que se promulgó una legislación antes de declararla ilegal. A pesar de ello, la quema ilegal sigue estando muy extendida en la mayoría de las naciones subdesarrolladas y se produce ocasionalmente en las naciones recientemente industrializadas. El fenómeno reciente es dejar que se biodegraden en el campo como abono orgánico. Esto libera lentamente CO2 y metano en la atmósfera, lo que provoca problemas peligrosos para el medio ambiente y, en la mayoría de los casos, los incendios de matorrales pueden ser el resultado de la quema ilegal, una consecuencia catastrófica que resulta impredecible y no cuantificable en términos monetarios.
Tradicionalmente, la utilización de los desechos y residuos agrícolas es extremadamente baja debido a su caracterización, lo que los convierte en materias primas extremadamente difíciles de transformar en energía renovable para reducir el uso de combustibles fósiles. Es necesario abordar la cuestión fundamental de cómo reducir el nivel excesivo de potasio, cloro, nitrógeno, sílice, etc., para minimizar la formación de desechos y el ensuciamiento en la caldera antes de que el biocarbón pueda ser idealmente co-combustible o ser disparado de forma independiente en las centrales eléctricas de combustibles fósiles. Otros factores cruciales que desaniman a muchos transformadores de energías renovables a utilizar los residuos agrícolas como materia prima se debe a que tienen un bajo valor energético.
En vista de los problemas técnicos y los costes que supone la reducción de los desechos y el ensuciamiento de la caldera, muchas centrales eléctricas se niegan a comprar pellets o biocarbón como combustible alternativo. En consecuencia, el pellet de biomasa a base de madera se utiliza ampliamente para convertirlo en energía renovable, lo que fomenta en gran medida la aceleración de la deforestación y, por tanto, aumenta el nivel de emisión de CO2.